Sobre el amor hacia los pobres.
«Cuando la Iglesia se arrodilla junto a un leproso, a un niño desnutrido o a un moribundo anónimo, realiza su vocación más profunda: amar al Señor allí donde Él está más desfigurado».
Esta frase está extraída del gran regalo que el Papa León XIV nos ha hecho esta semana. La Exhortación Apostólica ‘Dilexi te’, – «Yo te he amado» (Ap 3,9)-, sobre el amor hacia los pobres. Una invitación a ver en cada persona el rostro de Jesús, por difícil que sea. Repetimos: «amar al Señor allí donde Él está más desfigurado».
No es limosna, ni compasión. No es con una mirada de condescendencia. Es en una relación de tú a tú. A la misma altura. «La dignidad de cada persona humana debe ser respetada ahora, no mañana, y la situación de miseria de muchas personas a quienes esta dignidad se niega debe ser una llamada constante para nuestra conciencia».
San Pablo, en sus reflexiones sobre el sentido de Iglesia de los primeros grupos de cristianos, decía que Dios no ha elegido a un grupo formado sólo por la de élite, más bien ha elegido a un grupo de personas sencillas. Ahí, son las personas más capaces las que tienen que estar pendientes de aquellas que caminan más rezagadas. Estar pendientes de quien nos necesita está en la base de la concepción de la Iglesia. En ‘Dilexi te’, el Papa León XIV, en cierta medida, nos hace caer en la cuenta de esta idea. «La Iglesia, si quiere ser de Cristo, debe ser la Iglesia de las Bienaventuranzas, una Iglesia que hace espacio a los pequeños y camina pobre con los pobres, un lugar en el que los pobres tienen un sitio privilegiado».
El amor es el eje central de la Exhortación Apostólica, como debe serlo de nuestra vida cristiana. «El amor cristiano supera cualquier barrera, acerca a los lejanos, reúne a los extraños, familiariza a los enemigos, atraviesa abismos humanamente insuperables, penetra en los rincones más ocultos de la sociedad. Por su naturaleza, el amor cristiano es profético, hace milagros, no tiene límites: es para lo imposible. El amor es ante todo un modo de concebir la vida, un modo de vivirla. Pues bien, una Iglesia que no pone límites al amor, que no conoce enemigos a los que combatir, sino sólo hombres y mujeres a los que amar, es la Iglesia que el mundo necesita hoy».
El Papa termina con una frase que nos interpela directamente. Que aterriza en lo cotidiano el amor cristiano. Allí donde actuamos con ‘espíritu cristiano’. Lo que los Misioneros del Sagrado Corazón llamamos: ‘Espiritualidad del Corazón’. Hacer realidad el Amor de Dios en los gestos cotidianos. «Ya sea a través del trabajo que ustedes realizan, o de su compromiso por cambiar las estructuras sociales injustas, o por medio de esos gestos sencillos de ayuda, muy cercanos y personales, será posible para aquel pobre sentir que las palabras de Jesús son para él: «Yo te he amado» (Ap 3,9)».
Y ahí está María, Nuestra Señora del Sagrado Corazón, que nos muestra el camino al corazón de su Hijo, la fuente desde donde se derrama el Amor de Dios.
La comunidad MSC