Estas pasadas Navidades varias familias de Madrid y, en concreto, de nuestra Parroquia Nuestra Señora del Sagrado Corazón, hemos tenido el placer de acoger en nuestros hogares, del 28 de diciembre al 1 de enero, a jóvenes procedentes de diferentes puntos de Europa: Croacia, Polonia, Portugal, Francia, etc. Esta “Peregrinación de la confianza” se celebra cada año, en estas mismas fechas, en una ciudad europea diferente y supone una labor complicada de organización por parte de los hermanos de Taizé y de las diferentes parroquias y familias acogedoras.
Pero, sobre todo, esta peregrinación ha supuesto un motivo de alegría y gratitud para muchas de las familias implicadas. Y eso que, al principio, existía cierto recelo y miedo, como comenta una de las familias que participaron, compuesta por el matrimonio de Enrique y Esperanza, quienes agradecen y valoran positivamente esa experiencia:
“¡Gracias a Dios por iluminarnos para acoger, al padre Manolo por animarse y animar, a nuestras familias que vivieron todo el lío con mucha ilusión, a todas las familias que acogieron y a los jóvenes de Taizé!”.
¿Fue todo un camino de rosa? ¿Lo tuvieron claro desde el principio? ¿Supieron desde el inicio que iba a resultar una experiencia muy enriquecedora? Nada de eso, el miedo y la incertidumbre eran las notas predominantes, como siempre que emprendemos un rumbo desconocido y que nos saca de nuestra zona de confort:
¡¡Y todo ello pese al miedo a tantas cosas!!!
-Miedo al enfado de nuestros hijos que en pie de guerra decían que, si venían jóvenes desconocidos a casa, eso no iban a ser Navidades.
– Miedo a decírselo a nuestros padres y hermanos que suponíamos no querían alterar las costumbres familiares;
-Miedo a no descansar los días que íbamos a tener para ello…
Sin embargo, tal y como dice el Evangelio de San Mateo (19, 29): «todo el que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o propiedades por causa de mi Nombre, recibirá cien veces más y tendrá por herencia la vida eterna». Y esa es la sensación que tienen muchas familias, que ya ganaron más de lo que dieron, al acoger a esos jóvenes venidos desde tan lejos. Una vez más, Esperanza y Enrique nos explican de manera muy acertada cómo Dios, una vez más, no se deja ganar en generosidad:
¿Y qué pasó?:
que tuvimos en casa a cuatro chicos de diferentes nacionalidades, encantadores, demostrando que hay una juventud que merece la pena, que se hicieron amigos al convivir en nuestra casa;
que en vez de entrar en la espiral consumista de todas las Navidades madrugábamos y disfrutábamos del silencio y la belleza de las canciones de Taizé;
que el día de Año Nuevo con nuestros acogidos, y cinco más que no tenían donde ir, fue divertidísima y siempre lo recordaremos;
que sí, no descansamos, trabajamos duro pero qué felicidad tan grande haber sido parte de algo tan bello codo a codo con todos los compañeros de la Parroquia, pasando a ser, de una forma muy especial, y espero que ya para siempre, amigos en el Señor.
Impresiones y testimonios parecidos se brindaron en la Parroquia en la reunión que tuvo lugar el 13 de enero para intercambiar experiencias y comentarios sobre estos días pasados con jóvenes de diferentes países. Y una vez más, en un mundo marcado por la desconfianza, el egoísmo y el miedo, brilla, como en la primera Navidad, la luz de Dios.
El padre Alois, de Taizé, no puede resumir mejor esta experiencia de dar “cobijo al peregrino”, a través de la Carta que recibimos todas las familias participantes, donde se cita un pasaje de la Biblia que bien sintetiza lo experimentado estos días: “No olvidéis la hospitalidad; por ella algunos, sin saberlo, hospedaron a ángeles” (Hebreos 13,2)