La Iglesia, y nosotros con ella, celebramos este domingo la Jornada Mundial de las Misiones. En nuestro país más conocida como el DOMUND. Y para muchos de nosotros con unos recuerdos imborrables de esas calles pobladas de niños y niñas con su hucha y su brazalete. 

Mucho ha llovido desde entonces y la fisonomía de nuestra sociedad es bien distinta. Y algunos rasgos se han perdido, pero otros han cobrado nueva importancia. Entre ellos la importancia de todos y cada uno de los bautizados, sean clérigos, religiosos o laicos, en la vida de la Iglesia.

El lema elegido por la Iglesia para este año, es “AQUÍ ESTOY, ENVÍAME”. 

Parece querer incidir más que en los misioneros en sí, en nuestra propia respuesta. Lo que parece que se necesita es que todos y cada uno de nosotros, estemos dispuestos a comprometernos realmente en la construcción del Reino de Dios que Jesús confío a su Iglesia y en concreto a sus seguidores laicos todos: pescadores, recaudadores… 

El Papa Francisco en su mensaje con motivo de esta jornada nos dice: “La llamada a la misión, la invitación a salir de nosotros mismos por amor a Dios y al prójimo, se presenta como una oportunidad para compartir, servir e interceder”. Sí, es una invitación, una vez más, a salir de nosotros y poner, todo aquello que hemos recibido, al servicio de los demás. 

En esta Jornada recordamos también entre nosotros al P. Julio Chevalier, fundador de los Misioneros del Sagrado Corazón, en el aniversario de su muerte. Fue la suya una vida entregada a sus dos pasiones: EL AMOR DE DIOS, que debe llegar A TODOS LOS LUGARES DEL PLANETA, a través de hombres y mujeres que sean en el mundo, signos vivos del amor de Dios. 

Es un momento adecuado para que todos vosotros, que compartís nuestra misión en esta parroquia de Nuestra Señora del Sagrado Corazón (título que él mismo le dio a la Virgen) recéis de manera especial, por todos nosotros y los MSC esparcidos por todo el mundo. Para que realmente seamos en el mundo “el corazón de Dios”. Es decir, sembradores de amor y de paz.

Por encima de la pandemia, de los avatares políticos o sociales, está el amor de Dios a cada uno de nosotros y la respuesta que nosotros demos a ese don.

Un abrazo y mis mejores deseos.

P. Manolo Barahona, MSC
Párroco

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